Miles de años dan testimonio del valor del árbol en la vida de los hombres.
El hábitat ancestral del ser humano es-era,
especialmente en Europa, el bosque. Dado que el bosque ha sido nuestra cuna,
hogar y sustento, desde tiempos prehistóricos se desarrolló una relación con el
árbol en base al respeto y a la adoración. Algunos árboles, por sus cualidades,
los hemos elevado a sagrados. Incluso han sido inspiración para expresar las
cuestiones filosóficas más profundas del ser humano, como el Árbol de la Vida
(la eterna salud), el Árbol Cósmico (explicación del Universo), o el Árbol de
la Sabiduría (el conocimiento del bien y del mal). Menciono hasta el Árbol
Genealógico. Y esto se ha dado en todas las culturas y corrientes espirituales.
El último árbol sagrado es el Árbol de Navidad y en sí mismo contiene la
explicación de los tres mencionados.
Decoramos con ilusión un abeto en Navidad, ¿pero qué
sentido tiene para tí? He preguntado a nuestros mayores y he encontrado
respuestas tales como, “cuando era joven, los americanos trajeron esta
tradición, y la seguimos con ilusión porque es muy bonito adornar los árboles,
da alegría a la navidad”, o “cosas de los festejos ateos que hacen los
americanos, en España nuestras tradiciones son más sagradas y serias”. Me quedo
con la alegría. Al final le voy a dar las gracias a los americanos porque han sido
custodios de nuestras tradiciones de la vieja Europa, llevadas allí por los
colonos. Como el “truco o trato” que se hacía en tierras cacereñas con sandías antes
del descubrimiento de América, etc… Hemos perdido la memoria! Peor aun, un nuevo poder religioso nos ha usurpado nuestra memoria vital! Estamos haciendo tradiciones fusionadas, algunas
vacías de sentido.
Vamos a ver el significado del Árbol de la Navidad y su
origen, a través de este pequeño artículo, para que el árbol de nuestra casa
este año despliegue su magia y esté lleno de sentido.
Desde tiempos neolíticos se ha celebrado el
solsticio de invierno. Celebrábamos el nacimiento del Sol por su repercusión en
la agricultura y la caza, el ser humano se hizo consciente de la dependencia del Sol para nuestra supervivencia. El progresivo aumento de las horas de luz tras el solsticio va calentando
las semillas del subsuelo. Comenzamos el culto espiritual, así pues, nuestra
espiritualidad nació del latido de la tierra y el cielo.
Las energías del cosmos y las energías terrestres, se
materializan en nuestro hábitat constantemente. Y reconocíamos a los árboles como
las más grandes criaturas vivas canalizadores de ellas. Los celtas los han reverenciado
durante miles de años. Lo hacían a través del Árbol Sagrado.
En Yule (Navidad precristiana) los sacerdotes vestían
al Roble Sagrado o al Fresno Sagrado, árboles de hoja perenne, símbolo de
eternidad. Le colgaban lamparitas como símbolo de las estrellas del firmamento
al que pertenecemos, cintas como lazos de unión entre los aldeanos, objetos
tales como prendas de enfermos para pedir por su recuperación, cositas de niños
que van a nacer, comida para que se nos conceda buena cosecha. Coronado por la
estrella del Norte, la que nos guía hasta el solsticio de invierno en el hemisferio norte, la que anuncia el Nacimiento
del Sol. El Sol en este momento de la rueda del año es como un niño recién nacido, lleno de potencial divino y esperanzas para todos los hombres. Esperábamos que el cielo nos
diera la luz y las bendiciones a través del Árbol de Yule, fluyendo por su tronco, hasta sus pies, introduciéndose en el subsuelo, otorgando riqueza al campo y una completa regeneración a
los hombres, ilusión, fortaleza, para emprender el nuevo ciclo. De ahí la
tradición de colocar los regalos al pie del árbol, hoy mantenemos esta tradición símbolo de amor y compartir entre los
hombres.
Se cantaban canciones suaves y se oraba en torno al Árbol
Sagrado de la Navidad, e introducíamos unas ramas de este en nuestros hogares,
cual tesoro, como pacto firmado entre el dios (el Sol) y la diosa (la Madre Tierra) y los hombres.
Podemos
fechar la transformación que sufrió esta Tradición en el año 723 a raíz de un
suceso. Desde entonces El Árbol de la Navidad que conocemos hoy día es el
resultado de una fusión: Las concepciones precristianas de la vida sufrieron
una modificación rotunda con la inclusión de la filosofía judeocristiana de la
concepción de esta, la filosofía del avatar que nunca aparece para liberar al siempre oprimido pueblo judío. El judío liberador de almas Jesús, quien nunca liberará a ningún pueblo de los intereses políticos ni religiosos.
Nuestra espiritualidad naturalista, arbórea, el sentir a
dios y a la diosa en el ciclo de la naturaleza que practicábamos, fue siendo relegada,
desprestigiada y finalmente prohibida por un nuevo orden. El resultado fue un proceso de
castración de la naturaleza humana que ha durado siglos, la devaluación de los
bosques, de los ecosistemas, la contaminación de las aguas, el pecado de la carne, etc.
Pero el
magnífico mensaje de Jesús, el mensaje
del amor puro, la paz y el compartir, fue cayendo en las manos y los juegos
mentales de los intereses de los hombres, armando religiones (religión en latín significa acatar
reglas).
En la
actualidad la humanidad se está deshaciendo de las creencias impuestas por
hombres, para caminar al descubrimiento de nuestro ser interior, así como al
redescubrimiento de todo lo que nos liga a la naturaleza. A nivel espiritual, corporal y
ecológico.
En el 715 el inglés Winfrith (Bonifacio en latín) de
Maguncia se propuso evangelizar a los paganos del norte de Alemania. No obtuvo
éxito pues estaban absorbidos por la guerra contra los países vecinos, así que
viajó a ver al Papa Gregorio II. Eran los tiempos en los que estaban
comenzando las guerras Carolingias con muchas guerras entre vecinos, pactos y
alianzas con los Papas.
Como ayuda a la organización naciente a iglesia en
Alemania, le dio a Bonifacio la misión de organizar la iglesia en el país. En
aquellas navidades encolerizó al ver que los paganos germanos se disponían a
celebrar el solsticio entorno al Roble Sagrado adornándolo según la Tradición.
Encolerizado taló el Árbol. Lo sustituyó por un pequeño abeto y les mostró el
sentido cristiano sobre el nuevo árbol.
Colgó manzanas, simbolizando las tentaciones de Adán y
Eva, velas como símbolo de la iluminación de Cristo. Los lazos como símbolo de
la unión de las familias en la fe cristiana. La forma triangular simboliza la
Santísima Trinidad. Su hoja perenne es la inmortalidad de Cristo. Y en la cima
está la estrella que guio a los Magos de oriente hasta Belén. Ya no hay más
Árbol Sagrado, así que no se meterá en el hogar una ramita suya sino un abeto
pequeño en Navidad para tener todo esto muy presente, y que dios les bendiga.
Poco a poco esta nueva costumbre se fue extendiendo.
A los cinco años volvió a Roma a dar el parte al Papa
del proceso evangelizador y organizador en relación al pueblo y a los reyes.
Este, satisfecho, le nombró obispo de Alemania, después arzobispo y delegado
papal. Murió asesinado en Flandes en el 754.
Posteriormente se incluyó una representación teatral
de los temas bíblicos por Noche Buena, especialmente el de las tentaciones de
Adán y Eva, y el nuevo árbol estaba presente en los escenarios de las plazas
públicas.
Estas formas artísticas del nuevo árbol junto con la función
navideña tuvieron gran éxito evangelizador. Con el paso de los siglos se creó
el negocio de cultivo y venta de abetos para Navidad en toda Europa.
A partir del 1600, los colonos europeos se llevaron
sus costumbres navideñas a norte América.
Después se colgaron del árbol galletas y caramelos con
formas para los niños.
Las religiones cristianas han nacido de la cuna machista del mundo, se inculcaron en las gentes de Europa donde la mujer era igual que el hombre, omitiendo a la diosa y la Madre Naturaleza, así como a las mujeres ni niñas, destruyendo la salud social durante siglos hasta hoy.
El 8 de
diciembre de 1854, en su bula, Ineffabilis Deus, Pío IX proclamó que María (madre
de Dios) fue preservada, por un privilegio único, del pecado original desde el
primer instante de su existencia. El día de la Inmaculada Concepción de la
Virgen María fue dedicado al armado del Árbol.
Para
laicos, cristianos, o paganos el Árbol de Navidad es para todos un símbolo
mundial del amor y el compartir.
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